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Luis Pérez: el «eterno» jefe de recepción

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Fue un homenaje sorpresa, merecido y emotivo, para un discreto pero gran profesional portuense del turismo. Luis Pérez, el «eterno» jefe de recepción del hotel Tigaiga, fue ayer agasajado por su empresa, sus compañeros, los clientes del hotel y las autoridades turísticas locales, al cumplir nada más y nada menos que 50 años de trabajo con la familia Talg. En 1957 empezó con algo más de nueve años como botones del antiguo hotel Martiánez, que por entonces regentaba Enrique Talg Shultz. En 1963 pasó al hotel Tigaiga, donde lleva treinta años de jefe de recepción. Y ahora, con 60 años cumplidos, este «maestro de la amabilidad» sigue siendo un puntal en uno de los establecimientos hoteleros más laureados de Canarias. Seguro que Luis Pérez tiene mucho que ver en los incontables premios que se guardan en las vitrinas del Tigaiga porque aparte de por su sonrisa, todo el mundo lo conoce por su esmero y su eficacia.
Sorpresa

El de ayer fue un acto muy emotivo por la avalancha de recuerdos y por el vacío inevitable del inolvidable «jefe, amigo y maestro» Enrique Talg Wyss. Sus hijos, Irene, Úrsula y Enrique, organizaron el homenaje a Luis con el mismo cariño y elegancia que lo hubiera hecho su padre. Primero, proyectaron un entrañable montaje audiovisual con fotos antiguas del homenajeado, en su trabajo y «siempre sonriendo». Acto seguido, los hermanos Talg le entregaron una placa conmemorativa «por 50 años de profesionalidad, dedicación y cariño»; además de una medalla de «campeón» y una gran tarta de 50 cumpleaños.

El CIT local, a través de su presidente, Manuel Pagés, estuvo presente en el homenaje y le entregó a Luis un diploma «por ser un ejemplo de trabajador y ciudadano durante tres generaciones». El Ayuntamiento también se sumó, en la persona del concejal de Turismo, Lorenzo Hernández, quien destacó «la capacidad y la calidad del trabajo de Luis Pérez» y le impuso la insignia municipal, «porque personas como usted son el secreto de que los turistas repitan en Puerto de la Cruz». La fiesta terminó con voladores y un brindis lleno de abrazos sinceros.

Luis Pérez, acompañado de su mujer, Leonides, y de sus hijos y nietos, no pudo hablar durante el acto por las lágrimas y la emoción anudada en la garganta. Sólo acertó a decir «Gracias a todos». Luego recordó con DIARIO DE AVISOS cómo se inició su relación con la familia Talg, hace medio siglo, cuando apenas era un niño. Fue a través del popular Venancio Martín, el masajista, a quien su madre le pidió que hablara con don Enrique Talg por si le podía dar un trabajito en su hotel. Empezó enseguida, de botones en el desaparecido hotel Martiánez.
Botones

«Recuerdo que mi primer trabajo -comentó Luis con una sonrisa de oreja a oreja- fue baldear la acera por fuera del hotel porque estaba toda meada por una perrita que llamaban Francisca». Otros de sus primeros quehaceres de entonces eran «limpiar los cristales, ir a Correos a buscar la cartas que traía en un saco con un candado, recoger los bolsos, maletas y abrigos de los turistas recién llegados y limpiar continuamente los pomos de las puertas para que estuvieran siempre brillantes». Por la mañana trabajaba y por la tarde estudiaba en la escuela de don Jesús Hernández. Tampoco faltaba a las excursiones que don Enrique organizaba los fines de semana por los montes de la isla, junto con sus hijos, el guía Camejo y los clientes voluntarios.

Ya de mayor Luis Pérez estuvo seis meses aprendiendo en Alemania y probó luego un tiempo en una agencia. Pero al salir del cuartel pidió volver de nuevo al hotel Tigaiga y ya nunca más se movió de la que ha sido su auténtica segunda casa y su segunda familia.

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